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Una recapitulación sobre la pandemia de cara a elecciones

La OMS ha decretado el final de la emergencia internacional por Covid. Para precisar, ha sido una decisión tomada por su Director General, Tedros Adhanom, tras escuchar a los expertos reunidos. Cual zar tecnocientífico, el polémico ex ministro etíope que dejó tras de sí graves acusaciones de perjuicios a la Salud Pública de su país, ha manifestado su resolución en redes sociales dejando bien claro que es “suya” y que en cualquier momento “él” puede volver a ordenar la vuelta a la emergencia.


Es innegable que estos tres años han supuesto un vuelco en la vida de los habitantes del planeta, a excepción de la de los africanos, según me consta por testimonios directos. Toca ahora recapitular y reflexionar con honestidad sobre las enseñanzas que la pandemia Covid nos ha dejado.


Enumeraré a continuación algunos hechos clave que pienso cabe retener para comprender con elementos racionales, libres de manipulaciones, lo que ha sucedido, por qué, y sus tristes consecuencias. Y es que, el objetivo en el que todos deberíamos unirnos es en que nunca jamás se repita este inmenso episodio de formación de masas y de transferencia de riqueza y poder político a manos de los dueños de las megacorporaciones monopolistas.

En septiembre de 2021 ya se auguraba, como consecuencia de la gestión pandémica, una oleada de autoritarismo en Europa tal y como publicaba la prensa en EEUU. En efecto, se está intentando su implementación. Y a ella debemos oponernos sin ambages.


El primer hecho que cabe reseñar, y que nos muestra el camino hacia la verdad en todo este asunto, es que

la Organización Mundial de la Salud es una entidad privada, financiada mayoritariamente por la industria farmacéutica de la que ha demostrado ser una eficaz herramienta para imponer sus condiciones y lograr así inmensos beneficios.

Y querrán continuar haciéndolo a tenor del Tratado de Pandemias en negociación y de las reformas del Reglamento Sanitario Internacional que pretenden acometer con el fin de acumular más poder y capacidad decisoria sobre los estados.


El segundo hecho es que

los medios de comunicación de masas y los políticos, sin apenas excepción en España, han sido vehículo de un discurso monolítico que apostó por el terror y por medidas sanitarias nunca antes vistas en la historia y fuera de lo establecido tras años de políticas bien definidas y estudiadas de Salud Pública.

De esta manera, urge hacer crítica de la imposición de mascarillas que no sólo no sirven para evitar el contagio ni la transmisión sino que enferman por uso prolongado, del confinamiento de personas sanas, de los ilegales y discriminatorios pasaportes QR, del cierre de la actividad socioeconómica, de la conculcación sistemática de los Derechos Humanos y Fundamentales, entre ellos el derecho a una información veraz y a la libertad de expresión, de las campañas de exageración de la peligrosidad del virus, de la nefasta politización que ha contribuido a la polarización social, y de la operación de inoculación masiva y bajo coacción de un producto génico experimental cuya eficacia, necesidad y seguridad son, siendo generosos, negativas.


La gravedad de lo acontecido -se ha llegado a vulnerar el Código de Núremberg y tratados internacionales de Bioética algo que el propio Tribunal Constitucional ha refrendado tácitamente- no puede obviarse aunque sea tema tabú entre los grandes medios y los políticos que, seguro, querrán optar por la vía de la irresponsabilidad y el silencio.


Nada puede ya ocultar lo absurdo de estos tres años y el daño generado a la población, a su salud física, mental y económica -los más vulnerables en especial, ancianos, niños y adolescentes- a la seguridad jurídica, a la democracia cuyos pilares se tambalean dejando a la ciudadanía inerme ante lo que los dirigentes y, sobre todo, los poderes económicos determinen que es el bien común o el interés general con tal de conseguir jugosos beneficios.


En estos años, diversos países han apostado por eliminar los Derechos Humanos de facto y a futuro. Porque a “causa del Covid”, los representantes públicos no han dudado en aprovechar para legislar otorgándose poderes para suspender los Derechos Fundamentales por futuras y variadas emergencias como es el caso de la Ley de Seguridad Nacional en España. Es el sueño de las tiranías. Por si esto fuera poco, las tecnologías de vigilancia y control han utilizado la circunstancia para normalizarse, multiplicarse y acelerarse. Y van a por más.


Con estas líneas hagamos un llamamiento muy serio a la reflexión, a no dejarse llevar por el cortoplacismo, el miedo, la corrupción y el negocio de unos pocos en detrimento de la humanidad y de los derechos conquistados.

Porque lo que nos distancia de la barbarie de tiempos pasados son precisamente esas libertades individuales y sociales, apuntaladas tras las experiencias totalitarias del siglo XX, que nos ponen a resguardo del capricho de los poderosos y explotadores.


A resguardo en definitiva de los fascistas, esos que, en síntesis, no soportan el disenso ni el derecho ni la vida ajenos porque suponen obstáculos a sus deseos espurios de dominación, riqueza y control.


Como predijo el maestro de historiadores Josep Fontana, nos hallamos en el siglo XXI ante la encrucijada entre democracia y fascismo.


Y la elección correcta está clara. Todos lo sabemos.



Aletheia

2 de junio de 2023

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