En estos momentos existe una preocupación seria sobre la pérdida de identidad de los estados y los diferentes pueblos con sentimiento de estado, debido al Tratado y Reglamento que la OMS quiere establecer a nivel mundial, erigiéndose en un Gobierno mundial en lo referente a la salud.
Lo primero que hay que decir al menos al progresismo, es que este nuevo gobierno de la salud a nivel mundial, es una nueva estrategia, como la de la Agenda 2030, que el globalismo neoliberal quiere imponernos, utilizando estrategias políticas, donde, escudándose en la solidaridad, al igual que en la pandemia, lo que nos impondrían sería nuevamente una restricción de derechos y libertades, eliminando de hecho, todo atisbo democrático, si todavía nos quedaba alguno.
Este globalismo neoliberal, para llevar a cabo su objetivo, necesita de una dejación de soberanía, por parte de los Estados, así como, por parte de los pueblos que aspiran a ser Estado.
En general las personas que están en contra de este Tratado de la OMS, erigen sus protestas contra ese poder globalista, que, al común de los mortales, les resulta muy lejano e inalcanzable, por ello,
mi postura es que hay que mirar hacia nuestros poderes más cercanos y exigirles, que de forma democrática, dejen decidir al pueblo si quiere esa dejación de poder hacia la OMS.
Igualmente, se debería exigir, y creo que se debería llevar adelante por parte de aquellos que no queremos un Gobierno Mundial de la Salud, el que las instancias del Constitucional diriman si realmente una dejación de ese calibre cumple con lo establecido constitucionalmente.
El progresismo tanto estatal como el territorial, sufre desde la pandemia de un virus neuronal, enfermándole de todo aquello que supongan derechos y libertades, es decir, se han colocado del lado de la antidemocracia, todo por la mal entendida solidaridad, que no deja de ser, un mantra de ese progresismo para encubrir lo que realmente debería defender, que es el debate, el contraste de ideas, y por lo tanto, el respeto más absoluto a los derechos y libertades de las personas.
Si nos centramos en el progresismo territorial y el nacionalismo, el virus neuronal es todavía más fuerte, porque, además de lo mencionado anteriormente, habría que unir el abandono de esa soberanía que como pueblo supuestamente dicen defender, cuando precisamente están de forma continuada denunciando leyes que puedan interferir en las competencias transferidas y, por lo tanto, en la propia soberanía. ¿Es que van a tener credibilidad estos partidos (en el caso de Euskal Herria PNV y EHBildu) cuando defiendan ante el estado español, que algunas de sus leyes suponen una transgresión de competencias, mientras hacen dejación a favor de la OMS, de una competencia, por cierto transferida prácticamente en su totalidad, como es la Salud Pública?
Está claro que todos los partidos (de los conservadores se sabe su afinidad al poder globalista) si continúan sin ponerse el antídoto de ese virus neuronal estarán claramente colocados en el ninguneo de los derechos y libertades de la sociedad, así como todavía está más claro que los partidos independentistas y nacionalistas, con un virus neuronal que les ha atacado todavía más fuerte, tendrían que ponerse doble inoculación de antídoto (progresismo y soberanismo como pueblo) con el fin de que se curasen, al igual que los partidos estatales, de esa enfermedad que desde la época pandémica ha atacado de forma severa sus neuronas, y llegasen a ser lo que nunca deberían haber dejado de ser, que es, el estar al lado de los derechos y libertades, es decir, al lado de la democracia.
Por lo tanto, la población que está en contra de dicho Tratado, lo que debería hacer es denunciar de forma continuada a los partidos políticos exigiendo un referéndum, con el fin de que no se llegue a esa dejación de soberanía, además de pleitearlo en el Constitucional con el fin de certificar si tiene encaje en la Carta Magna el que un país deje de ser soberano.
Jon Ander Etxebarria Garate Bilbo a 22 de enero de 2024
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